miércoles, 25 de mayo de 2011

Cuando lo simple es complicado...

Ayer me encontré con un artículo de S. McCoy en El Confidencial  que me ha hecho pensar  sobre la necesidad de establecer cambios en la gestión y las políticas de empleo y desempleo de este país.

La parte del artículo que más ha captado mi atención (será deformación profesional) dice así:

“… sorprendió lo claro que tenían las iniciativas que había que acometer para atacar la cuestión del desempleo en España. Tres recetas principales que parten de un negociado distinto al de Valeriano Gómez y que suponen un discurso mucho más cercano al libre mercado que a las políticas social demócratas al uso …”

Las primera de las tres recetas referidas y la que más llamó mi atención dice:

1.      Reconfiguración de las políticas pasivas de empleo.
…no es un derecho sino un lujo de las economías desarrolladas: una renta que se percibe para el trabajo de buscar trabajo”, pone de manifiesto la necesidad de eliminar el término subsidio y sustituirlo por el de incentivo. Un cambio sustancial, no solo de carácter semántico, que debería llevar a una transformación radical en la configuración de la ayuda con la idea de vincularla de modo más estrecho al fin que persigue (aceptación de ofertas, movilidad geográfica y funcional, lucha contra el fraude, formación…). “El problema es que cualquiera se atreve a hacerlo en un entorno de 20% de paro…”. Pues habría que atreverse porque la hucha de la Seguridad Social tiene suelo, aunque no lo parezca.



Pues habría que atreverse sí…, habría que atreverse a hacerlo bien. Lo que no tengo claro es si el periodista es consciente de las implicaciones que la propuesta supone, ya que esto implicaría rediseñar todo el sistema (incluidos puestos de trabajo y perfiles del personal de la administración publica), habría que planificarlo bien y sobre todo habría que ejecutarlo bien y dotarlo de los recursos adecuados: económicos, humanos, etc.

No es tan fácil cómo sentarse un día por la mañana y decir “¡Venga, vamos a innovar! ¡Vamos a cambiar de la noche a la mañana todo un sistema!” (con el que, vaya por delante, no estoy de acuerdo).

De acuerdo en que hay mucho fraude, de acuerdo en que puede haber mucho acomodado. Pero de nada vale hacer un lavado de cara (como se hizo con la reforma laboral, que no ha servido de gran cosa), escribir un montón de cosas bonitas en un papel y ponerlo a funcionar pensado que por sí mismo será un éxito. Los sistemas funcionan cuando todo está pensado y engranado al detalle, cuando se controlan y gestionan adecuadamente y no podemos olvidar que en la mayor parte de las veces son las personas que los implementan los que hacen que tengan éxito o fracasen.

Por lo tanto, ¿es positivo vincular la prestación por desempleo a políticas activas de búsqueda de empleo? , por supuesto que sí. ¿Es factible hacer esto tal y como está hoy organizado el sistema publico de empleo (nacional y autonómicos) y tal y como está desarrollando y ejecutando este tipo de políticas activas? No, por supuesto que no.

No, porque la mayoría de las empresas no publican su vacantes en los servicios de empleo por la cantidad de burocracia exigida y porque en la mayoría de los casos no hacen un filtro adecuado de candidatos y candidatas, por lo que el seleccionador se encuentra con un montón de personas que no se ajustan al perfil que ha solicitado, con la consiguiente perdida de tiempo, lo que en la empresa siempre traduce en perdida económica.

Del mismo modo ocurre con las ofertas de cursos formativos; es un misterio lo que ocurre con las bases de datos de los servicios públicos desempleo, pero, por alguna razón (puede que algún algoritmo desconsiderado no haga su trabajo muy bien…), se producen casos como que un licenciado en economía, cuya experiencia laboral se ha desarrollado íntegramente en instituciones financieras como economista, y que se encuentra realizando un curso (pagado de su propio bolsillo, relacionado con su formación y experiencia y que le otorga un certificado profesional”), reciba una “invitación” para participar en un curso de frigorista al que debe presentarse de manera obligatoria. ¿De verdad tiene que depender la prestación de esta persona de que acepte o no ir al curso de frigorista? Si no se mejora sustancialmente la gestión difícilmente podamos vincular prestaciones a este tipo de acciones.

Mención aparte merecen la calidad de las acciones formativas (y algunas ofertas laborales) propuestas desde los servicios de empleo que, en teoría, tienen una lógica muy buena, pero en la práctica, y siempre desde mi experiencia, no realizan un control decente del desarrollo de dichas acciones, de manera que esa formación se acaba desprestigiando por la interacción de tres factores:

  1. La actuación, o falta de control, de las administraciones, que no hacen controles ni evaluaciones eficaces de las acciones que se desarrollan, y que en ocasiones, por comodidad o dejadez, delegan esta labor a las propias empresas de formación, con lo que, a mi modo de ver, disminuye notablemente la fiabilidad de dichas evaluaciones.

  1. La actuación de algunos centros de formación, que priman el mantenimiento de la subvención a costa de la calidad de los cursos que desarrollan. No creo que toda la culpa de este punto la tengan totalmente los centros (siempre que se ajusten a la legalidad, claro está), ya que el sistema en sí hace que sea más considerada la cantidad de alumnos formados que la calidad de la formación que se imparte, penalizando al centro si el alumno decide abandonar, o simplemente no asiste a clase, o se va de vacaciones, etc.

  1. Y, ligado a lo anterior, entra en juego el último factor: La actitud de irresponsabilidad e indiferencia de algunos alumnos y alumnas que participan en estos cursos. Parece que el hecho de que sean gratis, de que las evaluaciones no sean especialmente duras y de que los centros acaban levantando la mano para no perder alumno (y cobrar la parte correspondiente de la subvención asignada), hace que los alumnos se tomen este tipo de formación como un pasatiempo al que asisten sin problema mientras no haya nada mejor que hacer, lo que perjudica a sus compañeros, que se quejan ,y con razón ( al fin y al cabo se acabaran llevando a casa el mismo título), al centro que tiene que pelear hasta la extenuación para que asistan a clase todos los días y justifiquen sus faltas, y a todos los ciudadanos, ya que, en definitiva, se financia con dinero público.

Por tanto, y para ir terminando, creo que, antes de proponer alternativas alegremente, hay que conocer con algo más de profundidad el tema sobre el que se trata y proponer acciones  realistas, o, en su defecto, ser consciente de todo lo que implica nuestra propuesta, y explicarlo para no hacer a la gente comulgar con ruedas de molino diciéndoles lo que creemos que quieren oír.